Recientemente, la Organización Mundial de la Salud ha especificado un código para los pacientes bajo sospecha de COVID-19, con la intención de poder rastrear más rápidamente el avance de la enfermedad. Mediante la CIE-10 (acrónimo de la Clasificación Internacional de Enfermedades) podrá aumentar el conocimiento sobre una gran variedad de signos, síntomas, hallazgos anormales, denuncias, circunstancias sociales y causas externas de la enfermedad.
“La codificación es el trabajo en ‘back office’ que hacen los hospitales para organizar y almacenar toda la información posible de modo que esa información permita un aprendizaje en base a datos sólidos. Esta información es imprescindible para que los centros sanitarios puedan ser más eficientes y nuestro sistema sanitario, por tanto, más fuerte”, explica Ruth Cuscó, directora gerente de ASHO. “Sin embargo una codificación imprecisa puede afectar al paciente por lo que los profesionales de la codificación deben contar con las mejores herramientas para que la codificación sea precisa, coherente y rápida.”